Y es que el director nunca llega a hacerse con el tono de la película en ningún momento. Tiene destellos de calidad pero todos provienen de esos golpes de carácter del personaje de Marilyn, es decir, casi todo proviene del guión o de la interpretación de su protagonista. Pero más allá de eso, no sabe hacer que su película sea demasiado interesante. El príncipe y la corista era una película menor tanto en la filmografía de Laurence Olivier como en la de Marilyn Monroe. Y quizá lo más interesante sea que el personaje de Laurence, interpretado por Kenneth Branagh, sabe a la perfección que está involucrado en un proyecto menor. Pero Colin Clark (Eddie Redmayne) siempre fue un personaje que permaneció a la sombra, desconocido hasta la publicación de sus memorias, y por lo que nos cuenta en la película, debió seguir siendo así porque no hay nada en el personaje que sea realmente interesante. Solo es un tipo normal, intentado que el espectador se identifique con el personaje sin éxito, que se enamoró de la actriz.
Técnicamente la película cumple sobradamente. Quizá de lo mejor de Mi semana con Marilyn sea la ambientación de los años 50, tanto en vestuario, paisajes, escenarios como en algunas de las costumbres de los personajes. Pero en productos como estos, con muchos medios para que esto sea así, que fuera justo lo contrario hubiera sido deleznable. El guión no destaca demasiado y no interesa absolutamente nada ese enamoramiento del personaje de Clark, siendo los momentos del rodaje de El príncipe y la corista lo más salvable de la función. Pero el director no logra llevar a más esos conflictos existentes entre Laurence Olivier y Marilyn, ni de ésta con los demás miembros del reparto -el personaje interpretado por Judi Dench, demasiado comprensible con la actriz-.
La americana Michelle Williams está rodeada de un reparto muy inglés. Vamos, igual que Marilyn en la película de Laurence Olivier. Michelle Williams se destaca como lo mejor de la película y es que tiene mucha facilidad para lograr que, en algunos momentos, olvidemos que está interpretando a una de las mujeres más deseadas de la historia del cine y ser el personaje y no una actriz que la interpreta, pese a las diferencias de físico entre ambas. Ella está fascinante aunque el personaje o la película muchas veces no la acompañen. Salva la función. Y todo esto pese a estar acompañada de un soso Eddie Redmayne, protagonista de la película, y que se ve eclipsado por Michelle y de un desaprovechado Kenneth Branagh, que saca petróleo de lo poco que le dejan pero que hubiera necesitado más minutos. Los demás actores están entre lo correcto y lo desaprovechado, pero no hay ningún actor ni tampoco ningún personaje que logre destacar entre el conjunto. Y es una auténtica pena. Quizá hubiera sido mucho más interesante hacerla sobre el rodaje de Con faldas y a lo loco de Billy Wilder o de Vidas rebeldes de John Huston, rodajes donde Marilyn también ocasionó muchísimos problemas. Pero si hubiera sido el mismo director, el resultado no habría sido muy distinto a este.