Katmandú, un espejo en el cielo es la última película de la directora española Icíar Bollaín. Y es que la madrileña no ha tardado mucho tiempo en realizarla -aunque se ha estrenado en 2012, es una producción del 2011 que participa en los Goya de esa edición- tras el estreno en el 2010 de También la lluvia. Una película que me pareció correcta, tenía sus cosas buenas pero que también era un tanto irregular y donde el lado panfletario de la directora salía a relucir. Y es una directora que siempre ha tocado temas delicados, que ha podido caer en lo gratuito o en el amarillismo con bastante facilidad pero que había logrado, a base de talento, evitarlo y conseguir que su cine fuera sincero. En También la lluvia lograba evitar todo lo que el guión le marcaba con su puesta en escena y con un trabajo bastante sólido del reparto con el que Icíar Bollaín contaba. Lamentablemente, con Katmandú, un espejo en el cielo no sucede lo mismo.
El guión de Katmandú, un espejo en el cielo lo ha escrito la misma Icíar Bollaín pero con ayuda de Paul Laverty. Y creo que ahí radica la gran diferencia de su cine anterior con el que realiza en estos momentos. Paul Laverty ya había escrito el guión de También la lluvia pero casi todos le conocemos más por haber formado una pareja de trabajo con el director británico Ken Loach. Y es que el cine actual de Loach está lejos de gustarme, es más en ratos incluso me asquea. Y es debido a los guiones con los que cuenta porque siempre ha sido un director comprometido con la temática social y antaño su cine no resultaba tan falso. Y creo que ese es uno de los motivos por el cual el cine de la directora no es tan sincero como el de antes. Porque aunque quizá en Katmandú, un espejo en el cielo gran parte de lo escrito sea de ella, sí que se siente en la película el reflejo del temible guionista, esposo de la misma Icíar Bollaín. Como se suele decir, hay amores que matan. En este caso, al cine de la directora.
En este caso, la directora nos cuenta la historia real de una chica catalana que se encuentra en Nepal, donde es profesora. Allí intenta enseñar a los niños pero se encuentra con las dificultades en las que se ve envuelto el país, como el hecho que los niños tengan que trabajar en vez de ir a la escuela por la situación económica del país o el tener que casarse con un hombre de allí en un falso matrimonio para que no la deporten. También ve como su amiga, también profesora, es marginada por la gente de su propia familia, injustamente tratada por las costumbres del país, bien por no tener un hijo -y obligatoriamente varón- o bien por tratar con cierta clase de niños. Y también vemos una historia de amor entre ella y el hombre con el que se ha casado viendo como, poco a poco, se van acercando. Pero las intenciones de ambos son distintas ya que mientras él quiere formar una familia con ella, la chica hace de los niños a los que enseña su segunda familia, anteponiendo cosas de la escuela o de los niños antes que al hombre del que se ha enamorado.
Al igual que en También la lluvia, Icíar Bollaín muestra esa mejoría en la puesta en escena. Mientras anteriormente se limitaba a acompañar sin hacerse notar, ahora logra imágenes de bastante belleza. En Katmandú, un espejo en el cielo nos encontramos varias imágenes de muchísimo atractivo en las que logra sacar provecho de la belleza del país -dejando de lado la pobreza y demás cosas-. Pero se ve que sus películas tienen más personalidad en lo visual porque no se recrea en ello sino que sirve como acompañamiento de la trama, que en este caso es donde sus películas últimamente cojean. Porque durante la película, y no hablo ya en general sino de momentos sueltos, no me encuentro con escenas que me emocionen y eso es algo que la película busca continuamente. Ni las relaciones con las niñas, ni el romance con su marido falso, ni la relación con su amiga. Todo me deja muy frío y no encuentro nada especialmente remarcable. Toda la historia de la profesora que sale para adelante a pesar de las adversidades con las que se va encontrando por el camino te acaba importando poco porque solo produce indiferencia y no logra que empatices con el personaje. Ver al personaje llorando en mitad de la calle desgarrada o mientras lee la carta de su amiga solo muestran a una directora que busca la lágrima fácil que nunca llega a conseguir.
Las interpretaciones del reparto desconocido son correctas, más teniendo en cuenta que parte de los actores no tienen experiencia alguna en el medio. Mientras que Verónica Echegui, que es quien tiene que llevar sobre sus hombros el peso de la película, también está correcta, sin grandes alardes y quizá con algunos momentos en que parece que todo le viene grande. Pero bien en general, tampoco se le puede achacar demasiado. El resultado final es de una película decepcionante que ni siquiera posee las cosas buenas que tenía su anterior película, si así fuera al menos Katmandú, un espejo en el cielo habría sido mucho más aprovechable. Habrá que esperar con su próxima película para ver si recupera el nivel.
El guión de Katmandú, un espejo en el cielo lo ha escrito la misma Icíar Bollaín pero con ayuda de Paul Laverty. Y creo que ahí radica la gran diferencia de su cine anterior con el que realiza en estos momentos. Paul Laverty ya había escrito el guión de También la lluvia pero casi todos le conocemos más por haber formado una pareja de trabajo con el director británico Ken Loach. Y es que el cine actual de Loach está lejos de gustarme, es más en ratos incluso me asquea. Y es debido a los guiones con los que cuenta porque siempre ha sido un director comprometido con la temática social y antaño su cine no resultaba tan falso. Y creo que ese es uno de los motivos por el cual el cine de la directora no es tan sincero como el de antes. Porque aunque quizá en Katmandú, un espejo en el cielo gran parte de lo escrito sea de ella, sí que se siente en la película el reflejo del temible guionista, esposo de la misma Icíar Bollaín. Como se suele decir, hay amores que matan. En este caso, al cine de la directora.
En este caso, la directora nos cuenta la historia real de una chica catalana que se encuentra en Nepal, donde es profesora. Allí intenta enseñar a los niños pero se encuentra con las dificultades en las que se ve envuelto el país, como el hecho que los niños tengan que trabajar en vez de ir a la escuela por la situación económica del país o el tener que casarse con un hombre de allí en un falso matrimonio para que no la deporten. También ve como su amiga, también profesora, es marginada por la gente de su propia familia, injustamente tratada por las costumbres del país, bien por no tener un hijo -y obligatoriamente varón- o bien por tratar con cierta clase de niños. Y también vemos una historia de amor entre ella y el hombre con el que se ha casado viendo como, poco a poco, se van acercando. Pero las intenciones de ambos son distintas ya que mientras él quiere formar una familia con ella, la chica hace de los niños a los que enseña su segunda familia, anteponiendo cosas de la escuela o de los niños antes que al hombre del que se ha enamorado.
Al igual que en También la lluvia, Icíar Bollaín muestra esa mejoría en la puesta en escena. Mientras anteriormente se limitaba a acompañar sin hacerse notar, ahora logra imágenes de bastante belleza. En Katmandú, un espejo en el cielo nos encontramos varias imágenes de muchísimo atractivo en las que logra sacar provecho de la belleza del país -dejando de lado la pobreza y demás cosas-. Pero se ve que sus películas tienen más personalidad en lo visual porque no se recrea en ello sino que sirve como acompañamiento de la trama, que en este caso es donde sus películas últimamente cojean. Porque durante la película, y no hablo ya en general sino de momentos sueltos, no me encuentro con escenas que me emocionen y eso es algo que la película busca continuamente. Ni las relaciones con las niñas, ni el romance con su marido falso, ni la relación con su amiga. Todo me deja muy frío y no encuentro nada especialmente remarcable. Toda la historia de la profesora que sale para adelante a pesar de las adversidades con las que se va encontrando por el camino te acaba importando poco porque solo produce indiferencia y no logra que empatices con el personaje. Ver al personaje llorando en mitad de la calle desgarrada o mientras lee la carta de su amiga solo muestran a una directora que busca la lágrima fácil que nunca llega a conseguir.
Las interpretaciones del reparto desconocido son correctas, más teniendo en cuenta que parte de los actores no tienen experiencia alguna en el medio. Mientras que Verónica Echegui, que es quien tiene que llevar sobre sus hombros el peso de la película, también está correcta, sin grandes alardes y quizá con algunos momentos en que parece que todo le viene grande. Pero bien en general, tampoco se le puede achacar demasiado. El resultado final es de una película decepcionante que ni siquiera posee las cosas buenas que tenía su anterior película, si así fuera al menos Katmandú, un espejo en el cielo habría sido mucho más aprovechable. Habrá que esperar con su próxima película para ver si recupera el nivel.
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