No hace mucho tiempo vi la primera versión dirigida por Abel Ferrara que sustentaba todo el peso de la cinta a un Harvey Keitel que se tiraba de cabeza para meterse lo que fuera, realizar todo tipo de apuestas, ir diciéndole cosas a las pobres chicas que pillaba en los coches o desnudarse y enseñarlo todo. En esta nueva versión realizada por Werner Herzog, desde la primera escena en la que aparecen Nicolas Cage y Val Kilmer, muy lejos ya de aquellos tiempos en los que cantaba The end, sabes cual es el palo que va a tocar este remake y que aunque no se va a olvidar de las características del original y de coger cosas que allí ya estaban, por ejemplo el tema de las apuestas, aunque en la original estaba más llevado al extremo, si que va a ir más por libre para hablar del descenso a los infiernos de Terrence. Y sabes que Herzog va a tirar por la barrera de lo demencial, desde la interpretación de un Nicolas Cage desatado en estado de gracia, convirtiendo su interpretación en un show en el que todo cabe y la interpretación que hizo en su día Keitel en una caricatura, hasta las situaciones, caimanes e iguanas incluídos, que por puro exceso te van a acabar entreteniendo. Quizá la dirección de Herzog sí sea algo más convencional en algunas partes, pero no hay que olvidarle la fuerza que tiene en algunos momentos, lo entretenida que es, quizá algo larga para tanto exceso eso sí, y que salir airoso con un componente que parecía que lo iba a llevar al ridículo extremo tiene bastante mérito. Ni siquiera cojea con el extremo cambio del final de la película respecto a la de Abel Ferrara, de hecho el momento en el que le van llegando multitud de noticias buenas a Terrence después de todo lo sufrido, es una auténtica maravilla. El de la original era más seco, contundente y mejor, sí, ya que después de todo lo hecho, su personaje no podía acabar de otra manera y Harvey finalizaba como tenía que hacerlo.
Quizá la mayor diferencia que veo entre la original y el remake es que la anterior era mucho más incómoda. Esta nueva versión es muy entretenida y está muy bien ver todos esos excesos que Herzog va metiendo, pero desde luego le falta ese toque que tenía la de Ferrara, esa fuerza para hacer que cada situación sea casi inaguantable, llevadas hasta el límite, que resultaban oscuras, violentas y perturbadoras. Todo eso se pierde en esta nueva versión y es por ello que el remake se encuentra un escalón por debajo de la original. También a fuerza de realizar excesos uno tras otro, la película tiene un buen rato a mitad de película en la que baja el listón, donde tiene menos fuerza, y que ni siquiera tan caricaturizados personajes son capaces de levantar esos altibajos y solo situaciones como el momento de Nick con el personaje de Fairuza Balk sacan un poco la cosa del atolladero. Cuando Herzog se vuelve a meter de lleno de nuevo y Nicolas Cage hace un trato con el traficante que interpreta Xzibit, la película se recupera. Quizá quien merecía menos minutos porque no resulta interesante es Eva Mendes, un par de escenas con Nick y poco más, pero su personaje va acumulando minutos innecesariamente.
Werner Herzog anda ya muy alejado de los tiempos en los que dirigía a Klaus Kinski, aquellas películas tenían un punto de locura, no lo niego, pero también eran de una gran sobriedad y estaban dirigidas con un tacto increíble. Todo eso no lo tiene su versión de Bad Lieutenant. Quizá las ganas de volver a meterse de nuevo en el cine, que nunca lo ha dejado pero que ha tirado más por el documental en los últimos años, o de hacer un cine con más presupuesto, sin sufrir tanto como antaño, bien para subvencionar algún producto más personal o bien porque este tipo de cine es el que le interesa ahora, han hecho que se haya encargado de dirigirla. El caso es que tengo muchas ganas de ver ese producto que le ha producido David Lynch -y en el que puede que haya metido un poco la mano-, y espero que le vaya bien con la adaptación de The Piano Tuner que parece que va a retomar un poco los temás que Herzog ya tocó en los 70 y los 80.
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