Iba con ciertos reparos a ver Intocable. Las películas con las que era comparada, que según dicen es una mezcla de El discurso del rey y Paseando a Miss Daisy, ya me echaba un poco para atrás. No es que la película de Tom Hooper me disgustara, tiene su punto aunque tampoco me pareció ninguna maravilla pero, eso sí, Paseando a Miss Daisy me parece una película lamentable. Y dejando de lado esas posibles comparaciones, tampoco lo demás de Intocable me hacía especial gracia. Mezcla entre drama y comedia en la que un tetrapléjico y un inmigrante negro comienzan a tener una relación de amistad después que el segundo comience a trabajar para el primero. Y, para rematar, la película también está basada en hechos reales... vamos, que todo en Intocable parecía pura formula -que lo es-, un tipo de película a priori insoportable.
Tras verla, el resultado es mejor de lo esperado. No es que sea una gran película pero sí resulta un film simpático. Creo que su mayor virtud es que los directores no dejan que la parte dramática devore a la cómica. Es más bien todo lo contrario, la cómica se impone ampliamente a la dramática y yo, sinceramente, lo acabo agradeciendo. Intocable es una película bienintencionada que pese a que sus personajes formen parte de unos estereotipos muy evidentes y muy marcados y que podrían haber llevado a la película a unos terrenos mucho más dramáticos.
Porque al final lo que importa es esa relación entre los dos personajes principales y, muy especialmente, esas partes en que el inmigrante negro se desata y abre la boca más de lo que debería. Es muy probable que muchos de los gags estén en el trailer pero Intocable funciona como comedia principalmente por su personaje principal. Y es que tanto el personaje como el actor, Omar Sy, están primorosos y se imponen a todo y a todos. François Cluzet no le impone batalla como discapacitado ni tampoco los demás actores. Omar Sy hace la película suya y termina por contagiar al público. Pero uno de los problemas es precisamente ese, que más allá de él no hay demasiado.
Cada uno tiene su parte más dramática pero que están, por suerte, mucho menos desarrollada. El personaje de Omar Sy tiene a su familia, un hermano menor metido en líos y una madre que no quiere saber demasiado de él, y aún así nunca pierde la sonrisa de la boca ni las ganas de hacer cosas nuevas como ponerse a pintar alguna tontería solo para ver si es capaz de sacarse algo de dinero. El personaje de Cluzet tiene a una hija un tanto desmadrada, una mujer que falleció, una mujer con la que se cartea y que no quiere que ella le vea tal como es. Todo eso acaba quedando por detrás de la relación entre el tetrapléjico y su nuevo cuidador.
Y también tenemos las relaciones que se establecen entre ese cuidador con las demás personas que también trabajan en esa casa. Especialmente con dos mujeres de allí. Una con la que quiere acostarse siendo siempre rechazado y siendo un negado a la hora de ver si le están tomando el pelo o no, y la otra, una relación más de amistad, a la que ayuda a dar el paso para mantener una relación con otra persona que trabaja allí. La labor que realizan los codirectores, Olivier Nakache y Eric Toledano, es funcional en la dirección mientras que en el guión son capaces que la historia no se les vaya de las manos. Pero no es esa gran película que se dice. Por suerte, es mejor de lo que yo esperaba en un principio.
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