Le Havre es una película que, aunque en general ha gustado a la gente, ha pasado un tanto de puntillas durante el 2011, tanto en el festival de Cannes, donde se tuvo que conformar con un premio secundario, como en demás sitios. El estreno en España dejó a la película sin estrenarse en muchas ciudades. Quizá la etiqueta de película menor le termine por acompañar allá donde vaya. Todo esto es algo injusto porque ni mucho menos nos encontramos ante una película menor sino ante una obra mayor tanto en la filmografía de ese muy buen director que es Aki Kaurismäki como en el cine realizado en el 2011 -a día de hoy diría que es la mejor película-. Para dejarlo claro, Le Havre me parece una obra maestra. Sin paños calientes.
La película tiene el estilo habitual del director, esa aparente frialdad en el tono para contarnos una historia muy cercana. En este caso la de un hombre mayor que se gana honradamente la vida como limpiabotas en Francia. En este caso, Kaurismäki muy sabiamente decide dejarnos fuera de campo todo lo malo, lo crudo que pueda tener su obra para fijarse en el amor -como esa relación del guitarrista enfadado con su novia y su particular reencuentro-, o la amistad que se establece entre el chico negro y el protagonista. Incluso el policía, que en un principio parece que hará lo que sea para pillarlos, acaba abriendo su corazoncito y dejando que el chico se vaya.
Le Havre adquiere el tono de cuento. Pero de un cuento en que deja que el espectador saque sus propias conclusiones. La puesta en escena, brillante, ayuda a potenciar esto. También ayuda lo ya mencionado, el dejar de lado los aspectos más crueles. Pero no termina por endosarte una moraleja o por imponerte nada. Simplemente te cuenta una historia sobre unas personas. Pero aquí no hay buenos ni malos. Ni el policía es tan malo como se demuestra al final, ni el protagonista tan inocente y bueno como se demuestra cuando coge una plancha para intentar atizarle al policía por si terminan pillándole.
El director mezcla comedia y drama de manera brillante. Y se apoya en la puesta en escena y en la ambiente existente de esa ciudad portuaria. Y es que a uno no le importaría vivir en una ciudad como ésta. Y estar acompañado de los ciudadanos de aquí. Me imagino que, como muchos de los personajes que pueblan las películas del director finlandés, muchos acabaríamos en la barra del bar tomando unas copas. Y por suerte, tampoco decide acabar en tragedia todo lo relacionado con la mujer del protagonista que se encuentra en el hospital. Creo que hubiera sido tosco e innecesario todo lo contrario.
Esta especie de retorno del personaje principal, uno de los protagonistas de La vida de bohemia y que entonces era escritor, termina por superar al film dirigido por el mismo Aki. Las interpretaciones rayan a un nivel sobresaliente, destacando la naturalidad de los rostros que pueblan el cine del director, que siempre te los crees e incluso siempre termina por existir una identificación con el personaje. Le Havre es el inicio de una trilogía. Una trilogía sobre ciudades portuarias cuya segunda parte le llevará a España y más concretamente a Vigo. Si le sale la mitad de bien que en Le Havre ya estaremos ante una película fantástica.
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