Desde que debutara en el cine,
Wes Anderson siempre ha sido uno de los niños mimados dentro de la comedia
americana. Y es que pese a realizar un tipo de cine muy personal, de ese que
mucha gente puede llegar a odiar, el director ha logrado hacerse un hueco en la
industria, reunirse para cada película con un grupo de actores que más quisiera
cualquier director y que sus trabajos sean recibidos de forma muy positiva. A
mí siempre me ha parecido un director irregular que es capaz de lo mejor y de
lo peor, a veces ambas cosas en una misma película como en el caso de The
Life Aquatic, aunque creo que es un buen director y que ha logrado crear un
universo propio.
Como en todo el universo de
Anderson, en Moonrise Kingdom el director nos cuenta la historia de dos
chicos inadaptados. Un huérfano que vive en una casa de acogida y que es
marginado en los boy-scouts y una chica asocial y deprimida y con unos golpes
de locura que si andas cerca mejor que te alejes porque puedes acabar mal. Y, como viene siendo
habitual en el cine del director, los personajes adultos se niegan a madurar
aunque tienen ese punto melancólico -que también tienen los jóvenes- que se
adecua a la perfección con ellos. Moonrise Kingdom es una obra mayor en
la filmografía de Anderson, yo diría que su película más pura, la que, aún
teniendo ese estilo excéntrico del director, más auténtica se siente, la que
menos artificiosa y forzada resulta.
Pero es una película muy planificada, en que cada referencia y cada imagen tiene sentido. Anderson filma a la perfección y nos regala varias imágenes salidas de cuadros o fotografías, probablemente algunas de esas imágenes de algunos de los libros que vemos, perfectamente filmadas con la cámara del director que se atreve a seguir a los dos personajes adolescentes por su travesía en el bosque con un toque de inocencia que parece surgida de la misma relación de los chicos. También saca provecho de la naturaleza y de los paisajes deteniéndose en ellos cuando cree necesario. Y a diferencia de The Life Aquatic donde el mar era un protagonista pero acababa siendo devorado por las excentricidades de los personajes, esta vez Wes Anderson aprovecha cada lugar que vemos, saca lo mejor de cada sitio sobre todo de ese lugar donde los dos chicos se detienen, se besan, bailan, etc.
También guarda Anderson cierto gusto por los pequeños detalles. Desde las cosas que Suzie lleva en el viaje haciendo Sam un inventario con las tijeras para zurdos, la comida para gatos y los libros de ella entre otras cosas. Tiene algún detalle que podría haber resultado forzoso -por ejemplo el tema que la chica mire constantemente con los prismáticos aunque sea un recurso que se entienda- pero Anderson logra resolverlo con talento. La relación entre ambos es pura, con sus pequeños enfados, él recriminándole que ella diga que preferiría ser huérfana, esa inocencia que destilan en sus conversaciones e incluso bailando o con él tocando los pechos de ella. Los personajes adultos tienen un protagonismo menor pero aún así hay algunos personajes bien trazados apoyados en el trabajo de algunos de sus actores. Especialmente Edward Norton, que es un actor que lo necesitaba, y cuyo personaje se impone al resto de los adultos.
También tiene sus cameos o pequeñas apariciones divertidas como toda la muy divertida aparición de Jason Schwartzman, habitual en el cine de Anderson, o toda la escena de Harvey Keitel degradando a Edward Norton. La parte de Bruce Willis tiene su punto aunque quizá no sea tan interesante como el resto al igual que el matrimonio entre Bill Murray y Frances McDormand aunque deja una conversación en la cama -mejor dicho en las camas separadas-. Pero en este caso son los dos chicos, Jared Gilman y Kata Hayward, los que llevan el peso de la película. Y lo hacen asombrosamente bien. Sobre todo ella que tiene que aguantar muchos primeros planos de Anderson con una fuerza increíble, pareciendo una actriz madura y no una chica debutante.
En el guión, Wes Anderson colabora con Roman Coppola, habitual en su cine -junto a Noah Baumbach o los hermanos Wilson, sobre todo Owen al que en Moonrise Kingdom no vemos- y cumplen ambos con nota. Incluso esas apariciones del personaje de Bob Balaban están bien introducidas. La película es muy buena y se puede disfrutar tanto si la ves siendo joven como si lo haces siendo adulto. Creo que es de esas películas que con el tiempo incluso acaban ganando. Y la banda sonora es, también, una maravilla. Quizá no tenga algunas de las escenas de The Life Aquatic o Academia Rushmore ni una interpretación tan buena como la de Gene Hackman en Los Tenenbaums -una de las mejores interpretaciones de la década pasada- pero es una película mucho más regular y mucho más madura. Y sin dejar de lado a ese niño que Wes Anderson aún esconde dentro.
Pero es una película muy planificada, en que cada referencia y cada imagen tiene sentido. Anderson filma a la perfección y nos regala varias imágenes salidas de cuadros o fotografías, probablemente algunas de esas imágenes de algunos de los libros que vemos, perfectamente filmadas con la cámara del director que se atreve a seguir a los dos personajes adolescentes por su travesía en el bosque con un toque de inocencia que parece surgida de la misma relación de los chicos. También saca provecho de la naturaleza y de los paisajes deteniéndose en ellos cuando cree necesario. Y a diferencia de The Life Aquatic donde el mar era un protagonista pero acababa siendo devorado por las excentricidades de los personajes, esta vez Wes Anderson aprovecha cada lugar que vemos, saca lo mejor de cada sitio sobre todo de ese lugar donde los dos chicos se detienen, se besan, bailan, etc.
También guarda Anderson cierto gusto por los pequeños detalles. Desde las cosas que Suzie lleva en el viaje haciendo Sam un inventario con las tijeras para zurdos, la comida para gatos y los libros de ella entre otras cosas. Tiene algún detalle que podría haber resultado forzoso -por ejemplo el tema que la chica mire constantemente con los prismáticos aunque sea un recurso que se entienda- pero Anderson logra resolverlo con talento. La relación entre ambos es pura, con sus pequeños enfados, él recriminándole que ella diga que preferiría ser huérfana, esa inocencia que destilan en sus conversaciones e incluso bailando o con él tocando los pechos de ella. Los personajes adultos tienen un protagonismo menor pero aún así hay algunos personajes bien trazados apoyados en el trabajo de algunos de sus actores. Especialmente Edward Norton, que es un actor que lo necesitaba, y cuyo personaje se impone al resto de los adultos.
También tiene sus cameos o pequeñas apariciones divertidas como toda la muy divertida aparición de Jason Schwartzman, habitual en el cine de Anderson, o toda la escena de Harvey Keitel degradando a Edward Norton. La parte de Bruce Willis tiene su punto aunque quizá no sea tan interesante como el resto al igual que el matrimonio entre Bill Murray y Frances McDormand aunque deja una conversación en la cama -mejor dicho en las camas separadas-. Pero en este caso son los dos chicos, Jared Gilman y Kata Hayward, los que llevan el peso de la película. Y lo hacen asombrosamente bien. Sobre todo ella que tiene que aguantar muchos primeros planos de Anderson con una fuerza increíble, pareciendo una actriz madura y no una chica debutante.
En el guión, Wes Anderson colabora con Roman Coppola, habitual en su cine -junto a Noah Baumbach o los hermanos Wilson, sobre todo Owen al que en Moonrise Kingdom no vemos- y cumplen ambos con nota. Incluso esas apariciones del personaje de Bob Balaban están bien introducidas. La película es muy buena y se puede disfrutar tanto si la ves siendo joven como si lo haces siendo adulto. Creo que es de esas películas que con el tiempo incluso acaban ganando. Y la banda sonora es, también, una maravilla. Quizá no tenga algunas de las escenas de The Life Aquatic o Academia Rushmore ni una interpretación tan buena como la de Gene Hackman en Los Tenenbaums -una de las mejores interpretaciones de la década pasada- pero es una película mucho más regular y mucho más madura. Y sin dejar de lado a ese niño que Wes Anderson aún esconde dentro.
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