La película recién estrenada en cines está
dividiendo a la gente. Christopher Nolan, que desde que su fama se disparó debido a The
Dark Knight, ya se ganó un amplio grupo de fans pero uno también bastante
numeroso de detractores. Ahora The Dark Knight Rises está dividiendo a
mucha gente, entre ellos muchos fans del director a los que la película no les ha
convencido. Nolan sigue imprimiéndole continuidad a la saga -esta película
enlaza directamente con Batman Begins- y asume la despedida de la saga
en el cine como un reto diferente al de The Dark Knight, con la que veo
innecesario compararla para despotricarla, aunque con paralelismos en las ideas -el paralelismo de Gotham con el New York post 11-S-
que tienen ambas.
Lo dicho, continuidad. Es la palabra a la que se
debería asociar la película y no a grandilocuencia o épica. Quizá la otra más
acertada sería exceso, más que a duración a nivel de discurso. Y es por la continuidad que Nolan
repite imágenes de las dos anteriores películas -bastante torpones, típicos
recordatorios que me parecen innecesarios-. Y es por ello que el objetivo del
villano no es otro que exactamente el mismo que el del villano de Batman
Begins. Y también se asemeja en que el principal villano -Ra's al Ghul en
la primera, su hija en ésta- permanece en la sombra y le deja a sus secuaces
actuar -El espantapájaros, Bane-. Y al igual que en la primera parte -con el
Ra’s al Ghul de Liam Neeson- el villano conoce la identidad de Batman, cosa que
no pasaba con los villanos de The Dark Knight.
Una de las cosas con la que más expectación se
tenía era con el Bane de Tom Hardy. Cumple con su cometido pero no deja de ser
un villano a la sombra de Talia al Ghul. Bane agita Gotham a base de mentiras
aún más gordas que la que Gordon y Batman le colaron 8 años atrás para que la
ciudad no se corrompiera con el asunto Harvey Dent. Les vende lo de Gotham para
los ciudadanos, supuestamente enfrentándose contra los poderosos. Pero no es
más que humo hasta que cumpla su fin máximo: explotar la bomba. La gente,
después de disfrutar del partido de fútbol americano que Bane les ha brindado,
no tiene otra cosa que aceptar. Por miedo, no por su supuesta libertad. Dejando
de lado eso, quizá el final de este personaje sea muy decepcionante aunque en
el mano a mano con Batman cumple con el sobrenombre con el que se le conoció de El hombre que rompió al murciélago.
Luego está el asunto del personaje de Joseph
Gordon Levitt. Más allá del final donde se desvela su identidad, en The Dark
Knight Rises representa la honradez dentro del cuerpo policial. O al menos
así me lo parece, sobre todo porque la película te recuerda varias veces que
Gordon se ha corrompido y que les clavó una mentira a los ciudadanos que tarde
o temprano estaba claro que vería la luz. Pero él es el chico, huérfano, de
mirada ingenua que sí cree en Batman como Gordon en la primera y que no cree
que hiciera lo que hizo. Respecto a Selina, cabe destacar que Anne Hathaway
hace el personaje suyo y destila ironía en cada palabra que dice, ya sea
citando a Robin Hood o buscando su objetivo, una tabla. Su principal problema
es que en la trama su personaje es el que menos encaja aunque ayuda a sobrellevar la trama mucho mejor.
La duda estaba con Bruce Wayne. Y es que el personaje fue reducido en The Dark Knight a simple secundario, con Harvey Dent como auténtico protagonista de la película y el Joker como secundario de lujo. Era necesario regresar a él y centrarse en el personaje. Lo cumple a medias. Y quizá muchas de las incoherencias de la película vienen por mostrarnos a un Batman más inmortal que nunca -sus dos recuperaciones son dignas de mención-, después de vendernos la saga Nolan como algo realista. Pero también tiene sus aciertos sobre todo cuando Nolan nos muestra la jugada de Bane de arruinar al millonario superhéroe. Por lo demás, su personaje es cumplidor. Aunque quizá el mayor problema lo tiene el personaje de Miranda Tate (Talia al Ghul), muy maltratado en el guión y con una Marion Cotillard que poco puede hacer.
Es indudable que hay muchas cosas que se le pueden achacar a Christopher Nolan en la película. En general, se le podría achacar a toda la trilogía en general aunque en esta tercera entrega puedan hacerse bastante evidentes. Una puesta en escena que al tirar por el estilo realista deja poco lugar a ser imaginativa -lo que no lo hubiera venido mal, aunque en esta tercera parte se cuelan demasiadas cosas poco realistas que cantan demasiado-, decisiones de guión un tanto dudosas, montajes paralelos que pecan de tramposos queriendo aumentar la emoción de lo que estamos viendo y un exceso de melancolía y tragedia que muchas veces empalaga demasiado. En esta última película cabe destacar el Alfred de Michael Caine, que en las dos anteriores era, sin dejar de lado ese punto melancólico, un importante desahogo en la trama, especialmente en la segunda parte, y que aquí busca la lágrima en cada escena que sale y termina por resultar cargante.
Es una despedida digna de una buena trilogía.
Pero no de una excelente. Pero ni me parece la cima del cine de superhéroes o
adaptaciones de cómics ni de las mejores trilogías que se han realizado. Para Nolan ahora se abre un nuevo camino lejos de
Batman, aunque como productor ya esté detrás de la nueva Superman.
Aunque parece que su estilo ya ha derivado en algo que busca la emoción
constante, pomposo y excesivamente serio, con algún pequeño apunte de humor que debería potenciar un poco más. También, entre lo bueno, reuniéndose con un equipo detrás
muy talentoso, con ciertos detalles acertados en la realización y con tramas que se adentran de manera adecuada en el cine negro.