En la saga Bourne casi siempre se ha menospreciado
el trabajo que realizó Doug Liman, interesante director de la primera parte que
por unos proyectos posteriores algo dudosos se puso a la sombra del más
frenético y mejor considerado Paul Greengrass. Pero Liman fue quien supo
iniciar con muchísimo acierto la saga. Luego Greengrass se desató en ese
cipotazo de El mito de Bourne, película desequilibrada, fascinante y
la mejor de la saga, y ya mostró signos de agotamiento con la tercera parte
donde las flipadas de turno, existentes en toda la saga, se hacían aún más
evidentes y pesadas.
El legado de Bourne no quiere
evitar las comparaciones. Sobre todo con esa tercera parte. Y llega en un
verano plagado de películas que intentar ser algo más que ligeros
entretenimientos pero que tienen importantes fallos de guión. Esta película es
otra más que se suma. Digamos que todo lo que desencadena El ultimátum de
Bourne es lo menos interesante de El legado de Bourne. Podrían
haber buscado otra excusa para cerrar el programa igual de válida pero al
querer ligarlo con la tercera, hace que las referencias al personaje de Bourne
y algunos personajes de la tercera parte aparezcan para romper el ritmo de la
película. Lo único que puedo destacar es el montaje
paralelo con algunas situaciones ya vividas en la anterior -el periodista
muerto en la estación, una escena con la investigación de David Strathairn- y
la suposición que en la más que evidente secuela se tratará todo esto mejor.
Pamela Landy debe morir y debemos verlo en primer plano, of course. Así que muy
desaprovechado ese Treadstone de la trilogía anterior, aquí sustituido por el
programa Outcome.
Una de las cosas que más me gustaba de la
trilogía anterior es que se podían ver como películas cerradas -siendo la
tercera la que deja algunos temas abiertos-. La primera acaba con Bourne
llegando con su novia al lugar ese tras cargarse a Chris Cooper. Podía ser una
película cerrada sin secuela. La segunda, donde más se desarrolla el personaje
de Bourne, se puede ver como la venganza por la muerte de su novia y final redención
del personaje, pidiéndole disculpas a una chavala a la que mató a sus padres en
su primera misión. Todo cerrado. Y la tercera como cierre de la trilogía con
Bourne recuperando la memoria y terminando como empezó: en el mar con una bala.
Eso se pierde aquí, donde todo queda más que abierto, todo la investigación del personaje de Norton a medias, otros programas sueltos por ahí que solo unos pocos
conocen y de los que no se van a sacar provecho, todo el tema de los juicios
también más que abiertos. En la secuela quedan muchos temas por tratar.
Aquí ya no tenemos al agente desmemoriado sino al
agente con mono. El problema es que también desaprovecha el tema de los
fármacos cuando podría haber sido un punto muy atractivo sobre el que partir.
Sobre todo las causas por las cuales quieren tener a todos sus agentes como
unos absolutos yonkis, ya sea para no alejarse demasiado del programa porque
quieren sus pastis o cualquier otra cosa. Pero prefiere dejarse ahí y centrarse
en esa desesperación. Casi al final de la película, en un movimiento torpe y
facilón de guión, la peli prefiere tirar del hilo de además de esas dos hay
otros programas con gente así.
Así que sale otro tipo más para perseguir al
final a los dos -primero por los tejados, luego en moto, también todo recordando
a la tercera parte donde ambas cosas también se veían-. Todo muy innecesario porque además ese tercer programa supuestamente es sin imperfecciones y luego no es para tanto. Sobre todo teniendo en cuenta que solo los está persiguiendo y más tarde, con Renner medio desmayado en la moto -que va a toda leche- es Weisz, bastante indefensa durante toda la película, quien le saca las castañas del fuego y le da cera al tío. Aunque ese momento con Renner, recién inoculado el virus y herido por un balazo,
durmiéndose en la moto me ha encantado, es un toque gracioso que me ha
conquistado.
Todo sigue el esquema de la repetición. Solo que
los personajes son aún más arquetípicos que de costumbre y no terminas por ver
algo más del simple boceto en muchos de ellos. No todo es malo, ojo. A su favor
tiene que el personaje de Renner, siendo mucho menos interesante que el de la
trilogía anterior, el actor lo saca adelante. Renner es, probablemente, el
actor actual más válido en el terreno de la acción -dejando atrás a los
mercenarios-. El comienzo es muy interesante. Ese Stacy Keach que se acerca a
un Edward Norton corriendo mientras llueve es una escena genial. Y un par de
escenas igual de interesantes que esa en su comienzo. También otro par donde
manejan la tensión con el pulso habitual de la saga. Quizá Gilroy no llegue al
nivel de lo anterior, pero como director se muestra más lúcido que como
guionista, al menos en esta película. Y toda la movida del aeropuerto es muy
atractiva. Lástima que la parte final de la película en Manila sea un poco
desastre.