Como ya he dicho, etiquetar la película solo como ciencia-ficción sería complicado. Porque más bien es una comedia. A ratos una comedia romántica. Incluso a ratos parece una parodia e, incluso, un sketch alargado de La hora chanante o Muchachada Nui -donde Vigalondo colaboró-, sobre todo por la película que se monta -o que entre todos le montan- Raúl Cimas. Pero tampoco se olvida de la ciencia-ficción y Vigalondo quiere sacar provecho en casi todo momento del punto de partida, especialmente por el ambiente enrarecido que hay alrededor de esa casa donde se encuentran los personajes que el director acrecienta tanto con el comportamiento de dichos personajes como con esas calles absolutamente desiertas.
Y aquí es donde el director aprovecha esto para jugar con sus cuatro protagonistas. Con Julio y Julia, con el novio de ésta y con uno de los vecinos. Poco a poco, los tres personajes -Julio, Julia y el vecino- van jugando con la cabeza del novio, metiéndole historias inverosímiles que él se va tragando hasta el punto que termina un tanto desquiciado. Pero no menos desquiciado está el personaje de Areces, espiando a la chica e intentando que el personaje de Cimas se entere de lo que está pasando entre Julio y Julia. Quizá a los personajes se les puede achacar algunas reacciones demasiado extrañas, algunas cosas para que ese clima de extrañeza siga existiendo que pueden resultar un tanto forzadas.
Cabe destacar también el buen uso que hace Vigalondo de objetos cotidianos. En este caso, tenemos las pelotas de tenis que son de las que más se han hablado. Pero también están el bote de melocotones, la televisión, el teléfono o la cámara de video teniendo una importancia vital. Y supongo que también esa pizarra donde está ese vehículo pintado, la moneda de 2 euros o la calculadora entre otros. Y, por supuesto, el coche del personaje de Areces. Quizá en una película como ésta se echa de menos algo más de imaginación en la puesta en escena pero si el presupuesto era limitado es algo perdonable. Vigalondo aprovecha bien los espacios, tanto de la casa como cuando los personajes salen al exterior.
Y sobre todo se apoya en los actores. Tanto Julián Villagrán como Michelle Jenner están bien. Ambos van de menos a más y terminan aprovechando la relación que viven sus personajes para sacar algo positivo. Pero son Raúl Cimas y Carlos Areces los que realmente destacan. Sobre todo Raúl Cimas. Para quienes los conocemos no es ninguna sorpresa. El primero, al que he visto en directo -como buen albaceteño que soy, al igual que él- está perfecto con sus reacciones, siendo incapaz de ver lo que está pasando en su propia casa con su novia y con el tipo que está allí. Y Areces, que es uno de los que mejor saben exagerar las reacciones, de llevarlo todo hasta el extremo, también está muy bien como ese vecino celoso que acaba siendo confundido con un extraterrestre.
Para terminar, también saca provecho Vigalondo de todo el tema de los extraterrestres. No se ve ningún extraterrestre, ni una abducción, ni tampoco ninguna invasión. Simplemente un OVNI o al menos la mitad de uno de ellos. Pero le sirve para jugar con los personajes, para que muchas veces ellos no sepan si están delante de un humano o de un extraterrestre que ha bajado y se está haciendo pasar por uno de ellos. Quizá, en el fondo, todos los personajes que vemos en esta película sean extraterrestres, aunque ellos mismos no lo sepan. Y ese es el auténtico encanto que tiene la última película de Vigalondo. No es Los cronocrímenes, no, pero ni falta que hace.
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