Es curioso que una película como Los
juegos del hambre haya caído en las manos de Gary Ross, sobre todo si
repasamos la filmografía anterior de este hombre tanto como director como
guionista. Big, Dave, presidente por un día o El valiente Desperaux
están entre sus guiones mientras que como director realizó la curiosa,
entretenida y un tanto ingenua, pese a querer ser una crítica a un estilo de
vida rutinario y conformista, Pleasantville mientras que más tarde dirigió Seabiscuit,
también protagonizada por Tobey Maguire, que no estaba del todo mal pero que
miraba de manera escandalosa al señor Oscar y a demás premios.
Los juegos del hambre tiene un principal problema y es su condición de adaptación de novela juvenil que hace que durante los juegos que dan nombre a la película, Gary Ross parezca moverse en tierra de nadie. Es evidente que no se atrevería a ser algo demasiado violento o gore, puesto que perdería a un público potencial a la hora de verla, pero la manera de mostrar la violencia en dichos juegos es la peor posible. O bien con la cámara rápida para que no se vea casi nada o, directamente, no mostrando algunos momentos importantes en los que van cayendo los niños. Vamos, que, básicamente, tiene cierta ironía que lo más blando y cohibido de la película sean los mismos juegos mientras que en la parte anterior se indican cosas mucho más interesantes.
Y el hecho que el plato principal sea insípido resulta decepcionante porque el aperitivo o el plato entrante tiene su punto. Y es que creo que esa enorme introducción está bastante bien. Quizá se le puede pedir algo más a nivel de ambientación, más allá de un vestuario colorista y estrafalario, que se intente destacar mucho más ese futuro distópico que nos presenta la película. Pero creo que toda la parte de presentación del personaje principal, su ambiente familiar -con ciertos parecidos al de Winter’s Bone, también con Jennifer Lawrence de protagonista, aunque aquí la chica tenga a su madre-, la elección del chico y la chica que participaran por parte de ese distrito en los juegos y, más tarde, la preparación y el entrenamiento están muy bien narrado por Gary Ross.
Porque más allá del juego, la historia tiene muy presente que estamos ante un programa de TV de gran audiencia que convierte al espectador de Los juegos del hambre en protagonista directo para garantizar el futuro de esos chicos durante el juego. Que estos intenten vender cualquier cosa para garantizar su supervivencia es un hecho. Desde destacar en los entrenamientos o sorprender a la gente con alguna acción inesperada, a hacer una presentación sorprendente delante de toda la gente -la entrada en llamas de los dos chicos-, a ese romance que los dos protagonistas venden para intentar sobrevivir y ganarse el afecto del público. Quizá lo que se le puede achacar es que esto solo se haga con los dos protagonistas mientras que al resto se le deja de lado pero siendo una película que se vuelca al 100% con su personaje principal, se llega a entender.
Los juegos del hambre tiene un principal problema y es su condición de adaptación de novela juvenil que hace que durante los juegos que dan nombre a la película, Gary Ross parezca moverse en tierra de nadie. Es evidente que no se atrevería a ser algo demasiado violento o gore, puesto que perdería a un público potencial a la hora de verla, pero la manera de mostrar la violencia en dichos juegos es la peor posible. O bien con la cámara rápida para que no se vea casi nada o, directamente, no mostrando algunos momentos importantes en los que van cayendo los niños. Vamos, que, básicamente, tiene cierta ironía que lo más blando y cohibido de la película sean los mismos juegos mientras que en la parte anterior se indican cosas mucho más interesantes.
Y el hecho que el plato principal sea insípido resulta decepcionante porque el aperitivo o el plato entrante tiene su punto. Y es que creo que esa enorme introducción está bastante bien. Quizá se le puede pedir algo más a nivel de ambientación, más allá de un vestuario colorista y estrafalario, que se intente destacar mucho más ese futuro distópico que nos presenta la película. Pero creo que toda la parte de presentación del personaje principal, su ambiente familiar -con ciertos parecidos al de Winter’s Bone, también con Jennifer Lawrence de protagonista, aunque aquí la chica tenga a su madre-, la elección del chico y la chica que participaran por parte de ese distrito en los juegos y, más tarde, la preparación y el entrenamiento están muy bien narrado por Gary Ross.
Porque más allá del juego, la historia tiene muy presente que estamos ante un programa de TV de gran audiencia que convierte al espectador de Los juegos del hambre en protagonista directo para garantizar el futuro de esos chicos durante el juego. Que estos intenten vender cualquier cosa para garantizar su supervivencia es un hecho. Desde destacar en los entrenamientos o sorprender a la gente con alguna acción inesperada, a hacer una presentación sorprendente delante de toda la gente -la entrada en llamas de los dos chicos-, a ese romance que los dos protagonistas venden para intentar sobrevivir y ganarse el afecto del público. Quizá lo que se le puede achacar es que esto solo se haga con los dos protagonistas mientras que al resto se le deja de lado pero siendo una película que se vuelca al 100% con su personaje principal, se llega a entender.
Y como se vuelca la película al
100% con su protagonista, es imprescindible que Jennifer Lawrence logre hacer
un gran trabajo. La actriz cumple y, desde luego, tiene mucha presencia aunque
en algunos ratos acabe sucumbiendo a un guión irregular, sobre todo cuando la
película debería ser más intensa. Pero logra que conozcamos a su personaje y
que el espectador se ponga de su parte. Y eso es importante. Y desde luego está
mucho mejor y su personaje es mucho más aprovechable que el de X-Men: First
Class -mejor película, eso sí-, Like Crazy -en un rol muy
secundario- o El castor -donde está desaprovechada-. Tampoco llega al
nivel de Lejos de la tierra quemada -película normalita donde ella se come a
Charlize Theron y a Kim Basinger- ni Winter’s Bone.
El resto del reparto está bien pero sin pasarse. Quizá varios actores están
demasiado desaprovechados como es el caso de esa extraña pareja de
presentadores del programa que forman Stanley Tucci y Toby Jones o un Donald Sutherland que,
pese a ser el responsable de todo, permanece en la sombra. Woody Harrelson e,
incluso, Lenny Kravitz están algo mejor que sus compañeros. Y de ese triángulo
amoroso, Liam Hemsworth no está del todo mal pero no tiene demasiado tiempo
para lucirse mientras que Josh Hutcherson parece que a veces da una de cal y otra de arena, por momentos resulta molesto, en otras escenas está mucho mejor.
Los juegos del hambre es una película que necesitaría mostrar su verdadera naturaleza pero que no puede hacerlo. Las reminiscencias con El malvado Zaroff -película muy superior-, Acorralado -que más allá de un bosque y una persona que debe sobrevivir allí, no tiene mucho más en común- o Battle Royale -que tiene lo que le exijo a Los juegos del hambre y sin embargo es una película que no me gusta, al menos hasta nueva revisión- están ahí pero Los juegos del hambre es una película mucho más blanda que todas éstas. Y es una pena porque es una película entretenida que hubiera necesitado a unos productores con más cojones y a un director con más personalidad. No pido a un Paul Verhoeven pero sí un poquito más de agallas a la hora de hacerla. De todas maneras, se pasa bien el rato con la película. Pese a una duración un tanto excesiva.
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