domingo, 5 de febrero de 2012

Moneyball

Moneyball lo tenía todo para ser una película que acabara odiando. Diseñada especialmente para los Oscars, con un director que ya tuvo su anterior película nominada entre los premios, un par de guionistas respetados y que están de moda, un reparto muy conocido, contando una historia de superación y encima basada en hechos reales. Vamos, todos esos ingredientes que tanto gustan por allí y que suelen dar como resultado películas repelentes. Pero Moneyball no solo se escapa de esa quema sino que acaba resultando una película estimulante y sincera.

Empezando con los nombres, el primero a mencionar es el de Bennett Miller. El director del biopic de Truman Capote y que demostró ser alguien a tener en cuenta -aunque fuera superado por Infamous, el otro biopic de Capote de ese mismo año-. Miller hace uno de esos trabajos en los que el director no se hace notar, sigue la acción a la perfección y equilibra todo los aspectos como el guión, que podría pecar de poco interesante para la gente que no conociera el tema, las interpretaciones, contenidas pero con sus arrebatos, o las imágenes de archivo. El trabajo de Miller es eficaz y se guarda algún plano realmente destacable, a mí me gusta especialmente aquel en que Brad Pitt va conduciendo y hace algo tan típico como tomarse un desvío en la carretera.

Otro nombre propio es el de Aaron Sorkin, actualmente de moda por el guión de La red social pero que ha destacado sobre todo por su trabajo en algunas series de televisión. Y aquí viene apoyado en el guión por Steven Zaillan, que no es precisamente un don nadie -suyos son los guiones de La lista de Schindler o de la versión que Fincher ha dirigido de Millennium-. El guión es sólido y ellos evitan caer en lo rancio. La película es típica pero también consigue escabullirse de la premisa básica de este tipo de films. Es una película que se centra más en como se forma el equipo que en el béisbol, es decir, en los despachos, en las estadísticas de los jugadores, en temas de presupuestos. Si que es cierto que muchas veces podría haber caído en la simple palabrería pero para ello hay un director con talento y también un reparto entregado. Quizá algo hay a la hora de mostrar a esos jugadores como unos auténticos paquetes al principio pero bueno, por suerte se centra más en el deporte por fuera que por dentro. Quizá cuando toca algo del deporte si tiene algunos tópicos molestos.

Por último tenemos al reparto. Y puede que sea una pena que actores como Philip Seymour Hoffman o Robin Wright no aporten demasiado y se queden como simples presencias secundarias. Pero la película pertenece a la pareja que forman Brad Pitt y Jonah Hill y ellos están muy cómodos. Existe química entre ambos y la explotan hasta cuanto pueden. Pitt está contenido como ese tipo que confía en su nuevo pupilo a la hora de configurar su equipo a base de estadísticas pero sus arrebatos de furia cuando algo sale mal están geniales. Y por suerte tampoco es que la historia con la hija llene la película de sentimentalismo ni vaya a más que un par de escenas que muestran a un tipo que se arriesga teniendo a una familia detrás. Por su parte, Jonah Hill era el que estaba en duda porque siempre lo hemos visto dentro del género cómico. Cumple con su papel y no palidece ante Pitt, tiene sus escenas de lucimiento -el momento en que le toca decirle a otro jugador que se va del equipo-.

Quizá me hubiera gustado ver algo más de béisbol en la película pero es una película de lo que hay detrás del juego, de la formación de ese equipo y de ver como un tipo va chanchulleando constantemente a la hora de hacer intercambios para el equipo. Y es justo mencionar a Moneyball como la película que es lo mismo de siempre pero diferente. Sí, parece contradictorio pero así es. Y si se ciñe a los hechos exactos o no es así es algo que tampoco me importa demasiado. No es una gran película pero está bien.

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