domingo, 27 de mayo de 2012

Grupo 7


Con el cine de Alberto Rodríguez siempre tenía la impresión de acabar quedándome a medias. Quiero decir que su cine tiene cosas muy interesantes, especialmente en los comienzos de sus películas, pero que casi siempre acababan delirando y yéndose a lo gratuito. No me gustó demasiado El factor Pilgrim -aunque, bueno, aquella estaba codirigida- mientras que 7 vírgenes me entretuvo pero creo que era una película que daba para más. Con After me encontré con una película que por momento resultaba ser interesante y con un punto inquietante y en otros momentos directamente repulsiva. Creo que era demasiado irregular pese a tener momentos dirigidos con fuerza y que se le acababa yendo de las manos. Grupo 7 es la película en la que más regular se mantiene Alberto Rodríguez y aunque el resultado no me parece memorable, eso le sirve para que esta película se convierta en la mejor de su carrera.


Rodríguez nos lleva a Andalucía, situando su película justamente en la Sevilla de finales de los 80-principios de los 90, desarrollando la película antes de la archíconocida Expo 92. Allí tenemos a un grupo policial compuesto por 4 policías y su particular lucha por acabar con las drogas. O más bien por colgarse medallitas porque cuando ven la oportunidad de ser ellos los que suministran las drogas para así acumular detenciones no la desaprovechan. Grupo 7 es una película que puede recordar a otras pero Rodríguez sabe hacer que nos olvidemos de eso gracias a la ambientación. Y parece no necesitar gran cosa para conseguirlo.


Dirigida con nervio por el director, es una película que funciona mejor cuando más enrabietada resulta, cuando vivimos los momentos de tempestad. La calma está mucho peor llevada. Quizá porque aunque me gustaría conocer mejor a los policías, nunca llego a interesarme por las vidas de estos. Y el director intenta centrarse algo en dos de ellos. Uno, que es diabético, con una mujer y un hijo pequeño. El otro, solitario y poco hablador, con una relación rota con un hermano e intentando establecer una relación con una chica de la calle, intentando salvarla a ella de ese mundo de violencia intentando redimirse de lo de su hermano. Ambas historias personales parecen un tanto cojas y ambos personajes están mucho mejor cuando les toca actuar.


Pero quizá lo más interesante de esos dos personajes es como a lo largo de la película terminan por intercambiar sus roles. En un principio es el personaje de Antonio de la Torre el que parece ser el líder, el que actúa metiendo miedo a la gente de la calle con métodos violentos para luego, tras conocer a la chica, ir suavizándose bastante hasta el hecho de dejar a otros que actúen y él simplemente quedarse mirando sin hacer nada. El personaje de Mario Casas comienza siendo algo inocente hasta que termina convirtiéndose en el más violento, también motivado por ciertas amenazas recibidas con su familia muy cerca. Los otros dos integrantes del Grupo 7 ayudan a sobrellevar mejor la película, a dar un par de momentos de comicidad que relajan todo bastante bien.


El retrato de las calles es el idóneo. Y Rodríguez se apoya en un grupo de actores muy buenos. Antonio de la Torre, tan fantástico como siempre, demuestra ser uno de los actores punteros de España mientras que los desconocidos están a un nivel notable. La duda estaba con Mario Casas. Su interpretación es buena aunque tengo la impresión que está mucho mejor cuando está callado o tiene que actuar y moverse en escenas de acción que cuando habla. Porque, y no es por despotricarle sin más, muchas veces me cuesta entender lo que dice, por momentos parece que está interpretando a un yonki más que a un policía. Es algo que debería mejorar pero hay que reconocerle al chico que lleva bien el peso de la película junto a Antonio de la Torre.


Alberto Rodríguez se reserva un par de escenas donde puede mostrar que tiene talento. Así retrata con acierto ese peculiar ascenso del Grupo 7 y su posterior caída. Quizá en esto se aproveche la decisión del paso del tiempo, porque en un principio esto último si se ve un tanto gratuito, pero se puede entender para cambiar ciertos comportamientos de algunos personajes. Pero hay escenas que parecen tener cierta continuidad y luego puede resultar que una se desarrolla varios años después de la otra. Es un fallo perdonable, una licencia que se puede permitir aunque es algo que, también, choca un poco.

domingo, 20 de mayo de 2012

Con derecho a roce


La película no está mal aunque resulte algo hipócrita. En primer lugar porque ha sido vendida por los responsables, principalmente por su pareja protagonista, como una comedia y no como una comedia romántica, como una supuesta película que parece que quiere deconstruir los tópicos del género y añadir un toque gamberro al asunto. No lo consigue y Con derecho a roce es desde el principio de película hasta su conclusión una película más del género pero muy actual, con ese intento de ser una comedia Apatow poniendo al sexo, normalmente tabú en la comedia romántica, como principal protagonista en la relación de los personajes de Justin Timberlake y Mila Kunis.


El director de Rumores y mentiras, entretenida película a mayor gloria de Emma Stone, aquí no anda tan suelto como en su anterior película y tan solo se ven pequeños atisbos en un par de momentos. Su inicio, con montaje paralelo, donde vemos a los dos protagonistas siendo dejados por sus respectivos parejas, se convierte en lo mejor de una película demasiado empeñada en no querer ser lo que realmente es.


Pero Con derecho a roce no aburre, es entretenida y se ve con facilidad. Y tiene muchas cosas que sobran y tampoco es una película que uno vaya a recordar tras verla. En el momento en que los dos personajes comienzan su relación (sexual), la película se favorece de los encuentros entre ambos, de la química que tienen los actores. Lástima que tanto Timberlake como Kunis sean actores algo sosos y que el director no pueda explotar más eso, porque mejor le iría a la película. Poco importan los demás conflictos de los personajes más allá de la relación sexual, si el personaje de Justin Timberlake tiene un padre con Alzheimer y un compañero de trabajo homosexual o si la madre del personaje de Mila Kunis es una promiscua que se lo tira todo.


Y esto es una pena porque más allá de un par de detalles en el carácter del personaje de Woody Harrelson, los demás secundarios están desaprovechados, tanto Richard Jenkins como Patricia Clarkson. Tampoco importa demasiado si los dos protagonistas intentan conseguir otra pareja con la que pasar el tiempo, mientras entre ellos dos hay sonrisas falsas. Todo eso parece más bien minutos de relleno para intentar darle algo de profundidad a los dos personajes sin éxito. Les iría mejor que se dedicaran al sexo sin más. Pero al final, como era esperado, eso de tener tan solo relaciones sexuales no puede ser posible. Hay algo más que solo eso. Y se va al traste todo lo que sus actores habían querido vender. Los dos personajes tienen derecho a roce pero....... y ese pero con puntos suspensivos lastra el resultado final por el simple hecho de no querer asumirlo.


sábado, 12 de mayo de 2012

Dark Shadows



Desde muchos sitios ya hay muchas personas que están colocando Dark Shadows como una de las peores películas de Tim Burton. Eso sí, siempre colocándola un escalón por encima de El planeta de los simios, película que, pienso, si le perdonas ciertas cosas es un entretenimiento disfrutable. Burton siempre me ha parecido un director con sus puntos altos y sus puntos bajos durante toda su trayectoria, su irregularidad no es algo que se reduce solo a la actualidad. Nunca le he pillado el punto a sus Batman -aunque echo algo de menos el humor burtoniano en las Batman de Christopher Nolan- pero he disfrutado como un niño de grandes entretenimientos como son Beetlejuice o Mars Attacks!. Eso dejando de lado el punto más alto -Ed Wood, si recordamos que Pesadilla antes de Navidad no la dirigió él- y el más bajo -Alicia en el país de las maravillas- de su filmografía.

  
Dark Shadows es una película que se adecua a la perfección a la filmografía de Burton e, incluso, se puede establecer una comparación entre ambas. Al igual que la carrera de Burton, Dark Shadows me parece una película irregular, con momentos de una gracia con la que me contagio y con otros momentos torpes, teniendo algún que otro apunte innecesario. Como no he visto la serie original en la que se basa la película ni tampoco las películas que se hicieron sobre la serie, dejé de lado la típica comparación con la que la película se podría venir cuesta abajo y simplemente me senté en la butaca para intentar disfrutar del espectáculo que nos sirve el director.

  
Dark Shadows es el intento de Burton de regresar a lo que conoce pero dando la sensación que va con el piloto automático en no pocos minutos. Podemos ver seres atormentados, ese estilo gótico, la mezcla de terror y comedia, otros eres monstruosos y, otra de las cosas que siempre ha estado muy presente en las películas de Burton, la familia -Big Fish es la más evidente, pero también otras películas-. Un prólogo en el que Burton está dispuesto a intentar seducir al espectador, muy bien ambientado, aprovechando los escenarios y el apartado técnico de la película deriva a que la trama se sitúe casi 200 años después -creo que exactamente 196 años si no me equivoco, como dice Eva Green en un momento-.


La trama se sitúa a principios de los años 70 en Collinsport, con los McDonalds y los hippies fumados pidiendo la paz por en medio, y en un principio parece que el personaje de Bella Heathcote, que se hace con el puesto de institutriz en la casa de los Collins, va a cobrar mucha importancia en la trama. Pero es aparecer el Barnabas de Depp y su personaje queda reducido a un par de escenas pese a ser el interés romántico del personaje principal. Y eso ocurre con casi todos los personajes, sobre todo con los miembros de la familia Collins, para darle rienda suelta a esa peculiar relación que viven los personajes de Johnny Depp y Eva Green y a la venganza de ésta última no solo con Barnabas sino con toda la familia Collins.


Por lo que llegamos al final de la película con muchos personajes desaprovechados o con pequeños apuntes de algunos -esa tendencia sexual del personaje de Chloë Moretz- y como colofón Burton y el guionista de la película deciden tirar por la acumulación pura y dura, por meter cosas sin demasiado sentido en la conclusión de la película para otorgarle aún más excentricismo a la propuesta y darle algo de provecho a algunos personajes consiguiendo con ello que el material se les vaya de las manos en ese final. Curiosamente, uno de los personajes más aparentemente innecesarios -la psiquiatra- es de los que más gracia me han hecho, con esas transfusiones que realiza a Barnabas para intentar que no tenga que ir matando gente al ser un vampiro y estar hambriento.


Los actores están correctos en sus papeles. Eva Green se convierte en la reina de la función, aprovechando ese cuerpazo que dios le ha dado para componer un personaje pérfido que se lleva los mejores momentos de la película. Las Michelle Pfeiffer, Chloë Moretz y Bella Heathcote están tan bien como sus personajes se lo permiten, es decir, están un tanto desaprovechadas pero cumpliendo con sus respectivos papeles. Al igual que Jackie Earle Haley y Jonny Lee Miller. Helena Bonham Carter, cada vez mejor integrada en las películas de su marido, tiene su punto en el papel de psiquiatra alcoholizada, como ya he dicho. Y, por último, Depp, en su eterno papel, hace una interpretación tan irregular como la misma película. Hay momentos en que parece parodiar a Obi Wan y otros en los que tiene su gracia.


Cabe destacar una buena utilización por parte de Burton de las canciones que inserta como homenaje a la década para que, así, la siempre funcional banda sonora de Danny Elfman no se haga tan pesada. Por lo demás, Dark Shadows es una película con la que pasar el rato, que ni mucho menos es una de las cimas de Burton pero tampoco me parece una de sus peores películas. Dark Shadows es una película entretenida a la que si no se le exige mucho se puede llegar a disfrutar de ella. Y creo que con un final mejor y puliendo algunos otros detalles podría haber sido una película bastante buena.


jueves, 10 de mayo de 2012

La sombra del poder (2009) - (spoilers)


Lo primero que debo decir es que no he visto la miniserie británica en la que se basa la película de Kevin Macdonald -dirigida por David Yates- y no puedo compararla con aquella. La película de Macdonald me ha resultado muy entretenida y está bien hecha pero le falta algo para ser una gran película. Hay oficio en su dirección y estas historias de periodistas suelen gustarme bastante pero creo que se le sacaron mucho más provecho a las historias en los 70 -con películas como Todos los hombres del presidente, Los últimos días del Cóndor, dentro del género cómico Primera plana y, ya en los 80, Ausencia de malicia-. Pero aún así, La sombra del poder es una película muy digna, muy crítica con los tiempos actuales y con buenos giros de guión que no te dejan la sensación que la película te tome por idiota.


En La sombra del poder, Kevin Macdonald nos cuenta la historia de un periodista que se pone a investigar la muerte de una mujer. Un político, amigo de antaño del periodista, está implicado ya que mantenía una relación tanto profesional como personal con ella. Un argumento sencillo en el que el director sabe desarrollar la historia de la investigación por parte del periodista y como van surgiendo nuevas pruebas o como van cayendo personas que podrían estar implicadas. Es una trama eficaz en la que Macdonald nos cuenta todas las mentiras dentro de la política y en la que algunos secretos que guardan a la cara pública salen a la luz dejándolos en mal lugar. El personaje del político (Ben Affleck) es el futuro del partido, un tipo supuestamente integro que es veterano de guerra sin embargo primero por su relación extramatrimonial y posteriormente siendo el principal causante de todo, acaba bien jodido.


Que el periodista que interpreta Russell Crowe parezca la cara amable del Santos Trinidad de José Coronado tiene su punto. Realmente Crowe en muchos puntos de la película más que un periodista parece un mendigo que necesita una ducha. Uno que se ceba a comer, eso sí. Pero luego es un gran profesional capaz de, por sí solo, ir desvelando toda la trama y de jugarse la vida por ello. Y un tipo integro, que está enamorado de la mujer de su amigo pero que no hace nada por ella. A su lado, Jason Bateman en su breve pero determinante papel también parece algo enfarlopado en su personaje. Hace de un relaciones públicas relacionado con la chica. Rachel McAdams y Helen Mirren tienen personajes prototípicos, la primera de novata que se introduce de lleno en la investigación junto a su más experimentado compañero y la segunda de jefa algo cabrona que lo que quiere es publicar una gran noticia y antes que nadie.


Macdonald maneja bien la cámara, sabe aprovechar los escenarios -la escena del interrogatorio a Bateman en el motel no es técnicamente prodigiosa pero sí está bien llevada sobre todo a nivel de tensión, igual que la del aparcamiento, también bastante intensa-, y le da cierta elegancia al conjunto -pese a las pintas poco elegantes de Russell Crowe-. En terrenos interpretativos, tanto Crowe como Ben Affleck -que sustituyeron a Brad Pitt y Edward Norton, mucho se habló del reencuentro de ambos en esta película tras El club de la lucha- realizan buenas interpretaciones. Crowe, uno de mis actores favoritos actuales pese a cierto bajón en los últimos tiempos, lleva el peso de la trama bastante bien mientras que a Affleck le reservan algunas de las mejores escenas de la película. Los secundarios están a buen nivel también. Rachel McAdams sale muy guapa aunque el director no quiere aprovechar su físico, y ella hace bien su papel mientras que otros actores como Helen Mirren, Robin Wright o Jeff Daniels cumplen con sus respectivos papeles. Y pese a funcionar todo bastante bien, le falta algo. Quizá sea una resolución más satisfactoria de la trama, quizá sea que por momentos no pareciera tan precipitada. Pero aún así, una buena y digna película.

martes, 8 de mayo de 2012

Poseidon (2006)


Reconozco ser fan del director de Poseidón, Wolfgang Petersen. Es un tipo que tiene sus películas malas -Air Force One es entrañablemente estúpida-, pero a su vez tiene varias películas muy recomendables. El alemán que se dio a conocer con El submarino y con la adaptación de La historia interminable -aunque tiene alguna película anterior que algunas personas me han recomendado- ha hecho una trayectoria en Estados Unidos bastante decente a base de realizar películas de acción y/o aventuras.


La gran diferencia de Poseidón si la hubiera dirigido otro director es que hubiera sido una película en que se hubiera notado que había mucha pasta detrás. Con Petersen comandando la aventura, lo que uno percibe es que hay mucha pasta detrás y un tipo con un par de pelotas más grandes que dos balones de fútbol. Vamos, que es un tío que ya que hace su trabajo, lo hace bien. Sin haber visto la adaptación anterior, pese a estar protagonizada por el siempre genial Gene Hackman, pocas comparaciones puedo hacer entre una y otra. Simplemente puedo sentarme y disfrutar de esta nueva versión que es un enorme espectáculo que sería obligatorio ver en pantalla grande.


Porque en su momento la vi en el cine y me gustó y con el paso del tiempo, al volverla a ver, compruebo que no ha perdido ningún valor. La acción se sitúa en el enorme transatlántico en donde se está celebrando la última noche del año, con concierto de Fergie y todo. Pronto lo que es una noche de fiesta se convierte en una enorme tragedia al llegar una ola de un buen puñado de metros de altura. Y aquí es donde la mano de Petersen se empieza a notar. Mientras otros directores simplemente se dejarían llevar por el exceso metiendo efectos especiales y dando vueltas sobre lo mismo una y otra vez -y no señalo con esto a Michael Bay-, Petersen, sin descuidar el nivel visual de la película, que es prodigioso, tiene bastante de artesano.


En ningún momento deja que los efectos devoren la película. Y, cuando los utiliza, lo hace con un sentido del ritmo y del espectáculo sencillamente prodigioso. Esa calma tensa, rodando la llegada de la enorme ola al Poseidón es un claro ejemplo de esto. Te mantiene en tensión y deja unos segundos para que te agarres a la butaca hasta que la ola llegue a su destino. Y hay más ejemplos de esto a lo largo de la película. La escena del ascensor, otras escenas en las que tienen que pasar de un sitio a otro o esos largos buceos buscando una salida son ejemplos de que, además de ante un gran espectáculo, estamos ante una película que te mantiene en tensión durante su metraje.


Desde luego no es una película, ni mucho menos, perfecta. Y se le pueden achacar varias cosas. Algunas situaciones pueden estar cogidas por pinzas -como que el niño, de repente, acabe atrapado en una especie de jaula y con el nivel del agua subiendo, sin saber ni como ha acabado ahí- y los personajes están muy estereotipados, pero uno le acaba perdonando todo eso. Sobre todo porque los actores están perfectos en su papel. Quizá alguno un tanto irritante como Kevin Dillon -hermano de Matt Dillon y que se sirvió de su experiencia de hermanísimo para la serie Entourage- en el típico papel de graciosete y algo chulo que tiene pinta desde el primer momento en que lo vemos, por su comportamiento, que no va a durar mucho por allí.


Quizá también puede resultar algo repetitiva, pero teniendo en cuenta que tipo de película es y que la “misión” de los personajes es ir subiendo de piso en piso por el barco hasta encontrar una salida y luchar contra las adversidades que van surgiendo es algo natural. Por suerte, Wolfgang Petersen no estira la trama -y no vuelvo a señalar a Michael Bay y sus más de 2 horas de duración en cada película- y no deja que la película se termine por hacer pesada.


Al final, disfruto durante la hora y media de casi todo lo que vemos en Poseidón. De su escalofriante nivel visual con todo el apartado técnico siendo de un nivel sobresaliente, de la tensión que maneja el director, de unos personajes que salvo alguna excepción no son irritantes y de unos actores que se amoldan a la perfección a estos personajes. Y, siendo este un género muy maltratado que tuvo su punto fuerte con algunas películas de los 70 como El coloso en llamas, Aeropuerto o la misma versión anterior de Poseidón, me parece que esta nueva versión sobresale, tampoco es complicado, lo sé, entre todo lo que se ha realizado desde entonces.


sábado, 5 de mayo de 2012

El viaje a ninguna parte


Mucho se ha hablado de Fernando Fernán-Gómez y que si él es uno de los mejores artistas que han existido en España. En mi caso, la respuesta es afirmativa ya fuera actuando, donde su presencia se sentía en cada papel que hacía, o dirigiendo, donde nos dejó algunas de las mejores películas españolas de la historia. Y eso solo en el cine, porque no hay que olvidar que este hombre aparte de un porrón de películas, también escribía y hacía tanto televisión como teatro ya fuera actuando, dirigiendo o combinando ambas facetas. Un artista total. Que tendrá sus películas malas, en una filmografía tan amplia es lógico, pero también tiene un buen puñado de obras que justifican una carrera que podríamos calificar de fascinantes. Y Un viaje a ninguna parte es un bonito homenaje tanto a la figura del actor como, probablemente, también lo sea a la misma familia de Fernán-Gómez.


Y es que no puedo evitar pensar que la historia tiene muchísimo de personal. Porque ya no solo es que trate de actores, cómicos en este caso, es que el mismo Fernán-Gómez escribió el guión adaptando una novela escrita por…. él mismo. Quizá la película no llegue a la cima de las mejores películas dirigidas por él (El extraño viaje y El mundo sigue, dos obras imprescindibles dentro del cine español) pero es una película que me parece una de sus obras más lúcidas, incontestablemente mayor en su filmografía. En ella nos cuenta la historia de un grupo de actores teatrales venidos a menos, que viajan de ciudad en ciudad, luchando contra el hambre y la pobreza, actuando por cuatro duros en sitios de mala muerte. Este grupo de actores, que son familia, tendrán que intentar luchar por salir adelante. Toda esta historia que vemos es un gran flashback que nos va contando Carlos Galván, el protagonista de la historia, que siendo ya anciano nos cuenta su historia de cómo tuvo que sobrevivir antes que le llegara el éxito


Fernán-Gómez se encarga de retratar con acierto las relaciones entre la familia, ya sea la del protagonista con su hijo, del que nunca se ha encargado, intentando que siga la tradición familiar, o ese paso que hace la familia del teatro al cine acabando en nefastas consecuencias cuando el patriarca de la familia, interpretado por el mismo Fernán-Gómez, acabe hasta los mismísimos de tener que repetir la misma escena ante el enorme cabreo del director. Hay historias que aparecen a la mitad y se cierran rápidamente y sin embargo están resueltas con gran determinación y no terminan por parecerte gratuitas. Hablo de la relación de Carlos con su prima, que después que la pongan caliente va pidiendo guerra y su primo no duda en dársela. Todo resulta tan rápido como estimulante y no cojea en el global.


El homenaje a ese grupo de artistas es, a la vez, tan nostálgico como pesimista. Nostálgico porque el director recuerda con buenos ojos aquellos años en los que probablemente pasó por lo mismo pero pesimista por ver como poco a poco el grupo se va desmontando mientras que Carlos termina, ya de mayor, mezclándolo todo e inventándose una vida con éxito que él no ha vivido, ya que siempre ha estado apocado al fracaso. Al fracaso como padre, con un hijo con el que no termina de congeniar ni tener una buena relación, al fracaso como amante, con todas las mujeres con las que ha estado dejándole por diferentes motivos, y al fracaso como actor, que lo máximo que ha aspirado es a hacer algo de gracia a un par de personas con su recurso de la voz gangosa. 


Quizá se le puedan achacar algunas cosas, como una duración algo excesiva o una visión, a ratos, excesivamente nostálgica. Pero son fallos menores que terminan por perdonarse. Y uno se acaba rindiendo ante la historia que cuenta el director y ante un grupo de actores que resultan creíbles y que realizan interpretaciones muy buenas ya sea el mismo José Sacristán, que tiene el papel más agradecido de la función, como unas guapísimas Nuria Gallardo y Laura del Sol, un Fernando Fernán-Gómez imprimiendo, una vez más, su particular carácter al personaje, un Gabino Diego que resulta ideal en su papel de tipo algo pardillo y, sobre todo, un Juan Diego con un par de monólogos geniales y un Agustín González cultivando su papel de entrañable tacaño y viejo verde. 


La película es un hermoso viaje. Y a diferencia de lo que dice el título, Fernando Fernán-Gómez sí que tenía bien clara una cosa: hacia donde se quería dirigir con ella. Por eso, todos los adjetivos o los halagos que digamos a favor de este hombre siempre se quedaran cortos. Y todo lo que se diga de él será merecido.